El día a día de muchos de nosotros transcurre tranquilamente entre el ajetreo de la ciudad. Nos movemos sin pensar demasiado en cómo lo hacemos, y la mayor parte de nuestra vida transcurre en la superficie de nuestras ciudades. Por eso, en algunas ocasiones nos olvidamos de que bajo el suelo existe otro universo paralelo, un mundo creado por el hombre y para el hombre pero en muchos casos abandonado con el paso del tiempo.
Se trata de construcciones subterráneas, secretas en algunos casos y olvidadas en otros que cumplieron con su propósito en el momento de su creación y cuándo dejaron de ser necesarias se abandonaron y entraron a formar parte de los recuerdos.
Algunas de estas creaciones arquitectónicas han sido redescubiertas con el paso de los años y restauradas, no para el uso, sino como recordatorio de nuestra historia y en muchos casos para ser utilizadas como atracción turística.
Los trabajos de mantenimiento o ampliación de la red de metro de muchas ciudades han posibilitado el descubrimiento de viejas arquitecturas que sirvieron en tiempos pasados. Incluso, la propia creación de redes de transporte subterráneo ha dado lugar al cierre de algunas de esas estaciones con el paso de los años. No hace falta irse muy lejos para encontrar estaciones abandonadas, en Madrid, más concretamente en la antigua estación de Chamberí, encontramos un ejemplo de estación abandonada. Durante más de 40 años esta estación ha mantenido sus puertas cerradas hasta que en 2008 se abrió convertida en museo.
Con el paso de los años se ha ganado la fama de “estación fantasma”, ya que los trenes atraviesan la estación y durante un par de segundos y los pasajeros pueden ver un andén anclado en el pasado, diseñado al estilo de los años 60 y perfectamente conservado.
En la mayoría de las veces, las construcciones subterráneas han debido su existencia a la necesidad de crear vías de escape en caso de necesidad. Muchos de los monarcas europeos crearon una amplia red de pasadizos subterráneos bajo sus castillos y palacios que, en muchas ocasiones cruzaban las ciudades. Del mismo modo, esos túneles han servido de salvaguarda para los ciudades y arsenales para los militares durante los conflictos bélicos. La ciudad de Nápoles alberga bajo sus cimientos una amplia red de galerías que discurren a lo largo y ancho de la urbe y que sirvieron a los napolitanos desde el siglo XIX. Entre esta red de galerías subterráneas, destacamos la Galería Borbónica, que hoy se puede visitar.
En el año 1853, Fernando II de Borbón contrató al arquitecto Errico Alvino para que diseñase un viaducto suburbano que conectara el Palacio Real con los barracones militares ubicados en la Plaza de la Victoria. Su intención era que estos túneles sirvieran como ruta de escape a la familia real en caso de necesidad, así como para los soldados atrincherados si fuera necesaria la huida.
El proyecto tardó tres años en construirse y los napolitanos de la época nunca supieron los motivos reales de su construcción, ya que Fernando II comenzó las obras bajo el pretexto de construir una amplia galería para el pueblo. Sin embargo, nunca llegó a utilizarse y quedó en desuso hasta que durante la Segunda Guerra Mundial volvió a abrirse como refugio para los ciudadanos napolitanos. Al estar construida esta galería sobre las grandes cisternas de agua que antaño habían servido a la ciudad, se convirtió en uno de los refugios más grandes de Nápoles. Posteriormente, y hasta los años setenta se utilizó también como almacén de vehículos confiscados por la policía. Actualmente está abierto al público como centro de interés turístico y puede verse desde los restos de las cisternas romanas hasta los refugios de la II Guerra Mundial y algunos ejemplares de coches y motos de los años 50 y 60.
Al igual que Nápoles, muchas ciudades albergan bajo sus pies construcciones centenarias, sin embargo, cuesta encontrar una ciudad con un entramado de galerías tan extenso y bien conectado. Un ejemplo lo encontramos en Beijing.
Durante la Guerra Fría, esta ciudad china no se quiso conformar con pequeños refugios, sino que construyó una ciudad entera bajo los cimientos de la ya existente. Se trata de una ciudad que abarca un territorio de 85 kilómetros cuadrados e incluso tiene nombre propio; Dixia Cheng (que en español significa “La ciudad bajo tierra”). A diferencia de otras construcciones subterráneas, Dixia Cheng no se construyó con la mera intención de ser utilizada como refugio en caso de necesidad, sino que estaba equipada para alojar con comodidad a la población de la ciudad y contaba con multitud de recursos para asegurar el bienestar de los ciudadanos como por ejemplo salas de hospital, una escuela, cines, restaurantes o tiendas.
Aunque nunca llegó a ser utilizada, hoy sigue existiendo e incluso llegó a abrir sus puertas al turismo en el año 2000, aunque actualmente se encuentra cerrada al público.
Repartidas a lo largo y ancho de nuestro planeta podemos encontrar multitud de ciudades con historias ocultas, en este caso bajo capas de hormigón, tierra y piedra. Sin embargo, merece la pena descubrir los secretos que guardan bajo la superficie, pues son recordatorios del incesante paso del tiempo y de nuestro papel en la historia.
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