Cuando pensamos en la antigua civilización romana, la mente nos lleva a los principales hitos que han llegado hasta nosotros, mitad historia mitad fantasía como Rómulo y Remo, fundadores de Roma; Julio César; el Imperio Romano; el latín o la creencia en varios dioses, encabezados por Júpiter. Pero, dejando a un lado lo bucólico de la cultura romana, gran parte de nuestra sociedad se asienta sobre los cimientos de la sociedad romana y aun hoy estudiamos su sistema jurídico. El legado de Roma se observa en aspectos de nuestra vida cotidiana, aunque quizás, lo más importante que le debemos son sus construcciones. Ya sea el Coliseo romano, acueductos como el de Segovia, el Panteón, anfiteatros, o sus calzadas, los restos de sus ciudades siguen perdurando hasta la actualidad, resistiendo impasibles el paso de miles de años, y soportando como ninguna otra edificación los vaivenes del hombre y la naturaleza.
¿Qué ha hecho que estas construcciones sean impasibles al tiempo? Todas las construcciones romanas comparten una arquitectura muy característica que arrastra consigo una importante parte de la historia europea, pero algo en lo que no solemos caer -y que es el principal motivo por el que aún hoy podemos seguir disfrutando de ellas- es el cemento con el que los romanos las construyeron.
Uno de los materiales de construcción más utilizados hoy es, a su vez, el predilecto de la Antigua Roma; el hormigón. A pesar de las muchas semejanzas entre el hormigón actual y el de hace más de 2.000 años, el romano ha pasado a la historia por su extrema resistencia. Esta proeza, que extraña a unos y sorprende a otros, ha sido motivo de análisis por expertos en esta materia. Entre las conclusiones, subrayan que los materiales utilizados por los romanos para fabricar su cemento eran diferentes en función de la zona geográfica en la que se necesitara construir, y aunque el producto final fuera diferente en cada ciudad, las materias primas no distaban mucho entre si. En todos los casos se utilizaba una mezcla de ceniza y roca volcánica, cal y agua, cambiando únicamente el tipo de ceniza o el tipo de agua (salada o dulce)según los recursos a los que tuvieran acceso.
La combinación de estas materias primas y su exposición al agua, le conferían al hormigón romano su extrema resistencia. Al entrar en contacto agua marina, el aluminio presente en la mezcla de ceniza y roca volcánica generaba una reacción química que se traducía en una cristalización del cemento que acababa por reforzarlo y endurecerlo, logrando así conservar sus estructuras arquitectónicas a través del tiempo.
Gracias a la habilidad de los maestros romanos, hoy en día podemos disfrutar de monumentos históricos como el Panteón, uno de los monumentos romanos mejor conservados, aunque su interés turístico no recae exclusivamente en su forma y su mantenimiento, ya que, tras sus paredes se encuentran las tumbas de los dos primeros reyes de la Italia unificada, así como la del célebre pintor renacentista Rafael.
En la ciudad de Roma, cuna del Imperio Romano, podemos encontrar la mayor parte de las construcciones mejor conservadas de este periodo de la historia como el Coliseo, centro de entretenimiento público de la Antigua Roma, en el que hasta 50.000 personas podían atender los diferentes juegos de gladiadores o animales;o las Termas de Caracalla, las mayores de todo el imperio, capaces de acoger en su interior a 2.000 personas.
Pero no hace falta desplazarse hasta Italia para observar la arquitectura romana, ya que existen muestras de su arquitectura distribuidas por multitud de países. Sin irnos más lejos, en España tenemos varias obras que demuestran la habilidad romana para la construcción, como el acueducto de Segovia, que cuenta con una longitud de 728 metros y una altura cercana a los 30 metros o el parque arqueológico de Segóbriga, que permite al visitante hacerse una idea de la distribución y el funcionamiento de una ciudad romana.
Proyecto “Next Generation” reconocido en los LafargeHolcim Awards como solución a la acumulación de sedimentos en el Delta del Ebro (Tarragona)
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El hormigón y sus propiedades más desconocidas