La preocupación por el medio ambiente es una realidad social que afecta especialmente a las grandes urbes, principales focos de contaminación humana actualmente. Por este motivo, tanto individuos como empresas y entidades públicas y privadas buscan formas alternativas para combatir los efectos nocivos del cambio climático.
Entre ellas, se estudian fórmulas para minimizar las emisiones de efecto invernadero como la promoción del transporte público o de los vehículos eléctricos, así como la implementación de la arquitectura ecológica, también conocida como “arquitectura verde”. Se trata de una forma de construcción sostenible y amable con el entorno, que tiene en cuenta los efectos de la construcción sobre el medio ambiente, no sólo en el momento de la edificación sino también los efectos resultantes de la acción humana.
Este movimiento arquitectónico ha provocado la aparición de nuevas formas de construcción y diseño basadas en la fusión de naturaleza y el mundo urbano, creando así entornos habitables y respetuosos con el medio ambiente. Este es el caso de los bosques verticales, construcciones implantadas por primera vez de la mano del arquitecto italiano Stefano Boeri en 2014, y que muchas firmas arquitectónicas ya han comenzado a imitar.
Cuando hablamos de bosques verticales nos referimos a rascacielos cubiertos enteramente por vegetación -árboles, plantas y flores-, cuya presencia ayuda a filtrar las partículas de polvo del aire. Además, actúan como filtro solar y aíslan el interior de los edificios del ruido urbano. Pero la importancia de los bosques verticales no se queda aquí, sino que además son creadores de microclimas capaces de producir hidrógeno y oxígeno, así como de actuar como hábitats naturales para multitud de especies animales e insectos.
Estos rascacielos incorporan vegetación suficiente para cubrir una hectárea de bosque natural y adaptan las especies elegidas a la flora autóctona de la zona, contribuyendo así a la conservación de los ecosistemas locales.
La presencia de este nuevo modelo de edificación con jardines verticales aún es muy limitada, destacando su implementación en países como Italia, Suiza y China, aunque la intención es la de trasladar estas construcciones al mayor número posible de países.
El crecimiento de la población humana a nivel global tiene como principal consecuencia la ocupación de cada vez más espacio, con la consecuente disminución de las zonas naturales, lo que está conllevando a una pérdida de la biodiversidad. La incorporación de bosques verticales a las ciudades es una alternativa a tener en cuenta con respecto a la progresiva reducción de los bosques tradicionales, e indica un compromiso con la sostenibilidad y cuidado con el entorno que, aun siendo fundamental, no siempre se cumple.
Los niveles de contaminación atmosférica de las grandes urbes del mundo son extremadamente altos y muy perjudiciales para la salud de los residentes; sin embargo, se trata de zonas tan pobladas que reducir estos niveles de contaminación se antoja complicado. La presencia de estos núcleos de vida vegetal ayudaría notablemente a mejorar la calidad del aire, ya que la construcción de un edificio de 100 metros de altura con un bosque vertical es capaz de generar alrededor de 60 kilogramos de oxígeno al día, convirtiéndose así en pulmón para “purificar” el aire contaminado de las ciudades.
Con la inclusión de proyectos de construcción ecológica en la planificación urbanística de las ciudades, se plantea una nueva modalidad de arquitectura que no sólo proporciona incontables beneficios al medio ambiente, sino que además acerca la belleza de la naturaleza a la arquitectura más funcional presente en los grandes núcleos urbanos.
Proyecto “Next Generation” reconocido en los LafargeHolcim Awards como solución a la acumulación de sedimentos en el Delta del Ebro (Tarragona)
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El hormigón y sus propiedades más desconocidas