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Resiliencia urbana

Las ciudades están formadas esencialmente por sus ciudadanos, tan es así que, en ocasiones, las capacidades humanas se convierten en capacidades urbanas. Esto es lo que sucede con el concepto de resiliencia. Según la Real Academia Española, la resiliencia es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas, algo de lo que también pueden ser capaces las ciudades, lo que se conoce como resiliencia urbana.

Ese la capacidad de la urbe para resistir una amenaza, absorber, amoldarse y recobrarse de sus efectos de forma oportuna y eficaz, incluye la preservación y restauración de sus estructuras y funciones básicas.

Naciones Unidas y su Oficina para la Reducción del Riesgo de Desastres sientan, entre otras cosas, las bases de cómo deber ser una ciudad resiliente:

  • Una ciudad en la que los desastres son minimizados porque la población reside en viviendas y barrios que cuentan con servicios e infraestructura adecuados, que cumplen con códigos de construcción razonables, y en la que no existen asentamientos informales ubicados en llanuras aluviales o pendientes escarpadas debido a la falta de otro terreno disponible.
  • Aquella en la que se destinan los recursos necesarios para desarrollar capacidades a fin de asegurar la gestión y la organización de la ciudad antes, durante y después de una amenaza natural.
  • Es una ciudad en la cual las autoridades locales y la población comprenden sus amenazas, y crean una base de información local compartida sobre las pérdidas asociadas a la ocurrencia de desastres, las amenazas y los riesgos, y sobre quién está expuesto y quién es vulnerable.
  • Es una ciudad en la que las personas están empoderadas para participar, decidir y planificar su ciudad conjuntamente con las autoridades locales; y valoran el conocimiento, las capacidades y los recursos locales autóctonos.
  • Ha tomado medidas para anticiparse a los desastres y mitigar su impacto, mediante el uso de tecnologías de monitoreo y alerta temprana para proteger la infraestructura, los activos y los integrantes de la comunidad, incluyendo sus casas y bienes, el patrimonio cultural y la riqueza medioambiental y económica. Además, es capaz de minimizar las pérdidas físicas y sociales derivadas de fenómenos meteorológicos extremos, terremotos u otras amenazas naturales o inducidas por el hombre.
  • Es capaz de responder, implementar estrategias inmediatas de recuperación y restaurar rápidamente los servicios básicos necesarios para reanudar la actividad social, institucional y económica tras un desastre.

Es cada vez más importante la preparación de la ciudad para hacer frente a impactos esperables y, por supuesto, la manera en que la ciudadanía percibe y reacciona ante ellos.El que nuestras ciudades sean más fuertes depende de nosotros.

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